17 de agosto de 2011

Capítulo 2: Calaveras y diablitos.

Desperté tan sólo unas horas después, increíblemente energizado. Ya eran las seis de la tarde, solo quedaban unas horas de luz de sol, entonces decidí salir a caminar por el barrio y comprar víveres para mi estadía.
Mi puerta de entrada chilló al abrirse y vi un pequeño sobre a mis pies, en la alfombra de bienvenida. Siempre fui un hombre curioso, por lo que no pude evitar posar mi atención en el. Lo tomé del suelo y lo observé detenidamente. No tenía remitente, no tenía estampilla; siquiera tenía destinatario. Su parte trasera sólo citaba "Calaveras y diablitos". Instantáneamente mi cerebro comenzó a trabajar y trajo a mi cabeza una canción con ese título y, aunque no logré saber cual, sabía que un recuerdo estaba ligado a ella.
Guardé el sobre en mi bolsillo, todavía intrigado, pero también preocupado por el rugir de mi estómago y crucé mi jardín delantero para salir a hacer las compras.

Al volver a casa, la curiosidad por el sobre no se había desvanecido. Apoyé las bolsas sobre la mesada de la cocina y luego puse a hervir unas salchichas para mi cena. Siempre era así, llegar a casa me obligaba a comer comida chatarra.
Al sentarme a la mesa, saqué el envoltorio postal y lo abrí. Adentro había un pequeño papel que me apresuré a leer:

"La curiosidad mató al gato... ¿Y si este sobre no era para vos? ¿Y si decía algo que no querías saber? ¿Y si al abrirlo un reloj empezaba a correr?
No te preocupes, no hay ningún reloj. En serio, despreocupate... Este sobre ES para vos Gabriel. Este y los que sigan llegando de acá en más... ¿Querés jugar?
La curiosidad mató al gato... Pero el placer de saber lo revivió."

Por suerte no había ningún espejo cerca que reflejara mi cara. No me hubiese gustado ver mi expresión cuando dentro de mi se mezcló el espanto, la curiosidad, el nerviosismo y la adrenalina fluyendo.
Lo leí y lo releí más de diez veces mientras cenaba. Parecía divertido, parecía dramático. No podía interpretarlo con claridad.
Luego de dar más de mil vueltas en la cama con el sobre en una mano y su contenido en la otra, decidí dormir. En realidad, no quedaba más que esperar por el siguiente sobre.

Capítulo 3: No me dejes olvidar. Próximamente.

24 de mayo de 2011

Capítulo 1: Volver a casa

He vuelto a mi casa después de mucho tiempo de estar lejos. No digo que mis viajes no hayan valido la pena, pero extrañaba mucho mi hogar. Desde mi reja de entrada hasta mi -ahora descuidado- jardín del fondo.
No tenía intención de regresar tan rápido, pero ahora me doy cuenta de que valió la pena tomarme un descanso y volver a atravesar mi puerta de roble, desayunar en mi cocina y dormir en mi cama.
Mi ex mujer me esperaba afuera cuando llegué, manteníamos una buena relación y nos queríamos mucho; el problema eran mis viajes y el hecho de que no fui capaz de cambiar mi pasión por una mujer, por mucho que la quisiera. Nuestra separación fue en buenos términos; a fin de cuentas, era la única persona en la que confiaba plenamente y la única mujer que había amado -si, eso incluye a mi madre-.


Dejé las maletas a un costado de la puerta de entrada, Daniela me acompañó adentro y puso el agua a hervir para tomar un café y ponernos al día de todo lo que había pasado en estos últimos 2 años que habíamos estado sin vernos y en los cuales sólo logramos intercambiar un par de correos electrónicos. Los lugares que frecuento no son precisamente de los que tienen hoteles y Wi-Fi.
La mujer que durante unos 10 años había sido mi esposa y había hecho miles de kilómetros a mi lado, estaba aún más hermosa que ese 22 de Marzo de 1992, cuando nos besamos por primera vez en una cita que terminó siendo casi tan romántica como un clavo en una madera. De esa noche, sólo se rescata ese beso, el resto no salió justamente cómo lo planeaba.
Sirvió dos tazas, la que tenía menos azúcar era para ella, la que venía acompañada de unas galletitas Oreo, era para mi. Dani todavía recordaba mis gustos. Por un momento sentí que era ella lo que hacía que mi vuelta valga la pena, pero el pensamiento se desvaneció al instante. Creo que simplemente era el estar nuevamente en casa, al menos por un tiempo. No podía dejarme llevar por lo que alguna vez sentí, sabía que iba a volver a partir hacia algún nuevo destino, que no debía atarme a este lugar.

-¿Cómo estuvo todo?- pregunté ya relajado sobre el sillón del living.
-Nada mal, me ascendieron en el estudio, conseguí un aumento y un nuevo auto. La casa sigue en el mismo lugar, aunque con algunas refacciones y detalles nuevos. La cocina tiene una nueva alacena y tengo un nuevo huésped.
Mi estómago se apretó como el puño de un boxeador antes de golpear a su adversario directo en los intestinos. Era la única mujer en mi vida y el hecho de sentir que había un nuevo hombre en su vida me hizo congelar el pecho y doler hasta las tripas. Sin embargo, traté de mostrarme relajado y contesté amablemente:
-Ah, ¿si? ¿Quien es el afortunado?
-Es un joven de tan sólo 28 años, muy lindo y con buenos hábitos, aunque me costó adiestrarlo.
Otra vez mi estómago retorciéndose. Más joven, lindo, con buenos hábitos. ¡Hasta había logrado adiestrarlo! Cada vez me costaba más disimular mi incomodidad con el tema, por lo que decidí cortarlo de raiz.
-Ah, ¿y tu madre? ¿Cómo está?
Ella sonrió. ¡Que va! Se desató en una risa que me incomodó aún más, supongo, por no entender siquiera de que se trataba. No recuerdo que le haya hecho tanta gracia hablar de su madre alguna vez.
-¡Debiste ver tu cara! - dijo entre risas - El joven de 28 años, se llama Apolo. Es un hermoso pastor alemán. Tiene 4 años, 28 en años perrunos. ¡El es mi nuevo huésped! - sentenció y continuó riendo.
Notó que me estaba por dar un ataque, pero una vez más opté por disimular y reí junto a ella.
-Sigo siendo tan celoso cómo siempre, supongo que lo notaste - dije y tomé un sorbo de café.

Seguimos hablando un buen rato, me contó sobre su vida, yo resumí lo que fueron mis últimos dos años de viaje. Realmente no muy entretenidos, pero llenos de anécdotas que preferí dejar para otro día. Era una buena excusa para volver a verla, al menos una vez más antes de irme de nuevo.
Besó mi mejilla cuando se fué y acarició mi mano derecha. Cerré la puerta tras ella y fui directo a la ducha. Un baño no vendría nada mal después de unas 14 horas de viaje.
Pensé en recorrer el barrio, pero decidí hacerlo al día siguiente. Dudo que Avellaneda haya cambiado mucho desde que la abandoné la última vez.

Luego de tomar un baño, me recosté sobre mi cama. Daniela la había tendido con sábanas limpias unas horas antes de que yo llegara. Que perfecta mujer, pensé.
Encendí el televisor, no encontré nada interesante y terminé dejando el canal de noticias. No lo vi por mucho tiempo, a los pocos minutos mis ojos se cerraron y me dormí.

Capítulo 2: Calaveras y diablitos. Próximamente.
 
 
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